La conmemoración del 1 de mayo de este año se está llevando a cabo bajo condiciones excepcionales. El Día Internacional del Trabajo nos sorprende con personas que luchan, en gran medida confinadas en sus hogares, contra un virus despiadado que ataca a los sectores más vulnerables de nuestras sociedades.
Chile se vio enfrentado a la crisis sanitaria en un contexto político sacudido por una histórica explosión social que comenzó en octubre pasado. A finales del año pasado, una movilización espontánea, masiva y sin precedentes sacudió al país con demandas de un cambio profundo y estructural.
Un gobierno cuestionado y debilitado
Sorprendido, debilitado y completamente abrumado, el gobierno neoliberal de Sebastián Piñera respondió con una feroz represión que provocó muertos y heridos, entre ellos más de 300 víctimas de mutilaciones oculares causadas por armas antidisturbios. Exacciones observadas y denunciadas por numerosas organizaciones internacionales de derechos humanos.
El Gobierno chileno, y la clase política en su conjunto, tuvieron que desarrollar una respuesta política en forma de una nueva Constitución, que debería ser iniciada por un plebiscito constitucional que tendría que haberse desarrollado a finales de abril de 2020.
En este contexto, muchos analistas creen que el Coronavirus fue un verdadero chaleco salvavidas para Piñera, quien, debilitado y desacreditado por las movilizaciones, se puso el traje de jefe de guerra (que tanto aprecia), transformó la crisis en una verdadera operación de propaganda y quiso demostrar una gran eficacia.
El Presidente chileno y su gobierno pudieron ganar tiempo, gracias sobre todo al aplazamiento del plebiscito constitucional hasta octubre. También están aprovechando este respiro para mantener a unos 2.500 prisioneros políticos arrestados durante los levantamientos populares en cárceles superpobladas y contaminadas. La comunidad nacional e internacional exige su liberación inmediata.
Gestión de crisis caóticas y perjudiciales
En realidad, la gestión de la crisis sanitaria por parte del gobierno chileno es caótica, improvisada y confusa, lo que confirma la precaria situación de los servicios públicos, el sistema de salud y las prestaciones sociales. Chile es uno de los países más contaminados de América Latina (actualmente el gobierno declara más de 10'000 personas contaminadas y 133 muertes) y la mala gestión de Piñera y su equipo no han hecho más que agravar la situación.
La crisis sanitaria, a la que sin duda seguirá un período de gran precariedad social y económica, ha puesto de manifiesto los graves fallos de la política neoliberal del gobierno chileno y los problemas endémicos de la sociedad chilena heredados de la dictadura de Pinochet. Por lo tanto, encontramos todas las razones profundas y el malestar generalizado que han empujado a cientos de miles de chilenos a las calles y han generado un movimiento masivo de protesta social. La fuerza de la protesta, que sorprendió al mundo entero el año pasado, ciertamente podrá recuperar la iniciativa y seguir determinando el curso de los acontecimientos después de la crisis de Covid-19.
El plebiscito del próximo mes de octubre debe ser un paso decisivo para generar un proceso constitucional democrático y representativo y para construir un marco institucional favorable a los cambios que tanto necesita nuestro país.
Asociación de Residentes Chilenos de Ginebra
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