Desde que hace un año comenzó en Chile la revuelta popular del 25 de octubre 2019, las clases populares han adquirido un nuevo protagonismo que se manifiesta en actos, en ideas y en palabras. Este hecho, nuevo en el último medio siglo, asusta a los sectores sociales dominantes y a sus aliados convertidos al neoliberalismo.
Esa lucha se tradujo en una presión mayoritaria por una nueva Constitución. El voto por el Apruebo ha dado fuerza a este objetivo, concretizado en la “Convención constitucional”, pero los sectores dominantes y sus aliados hacen todo por controlar la Convención y vetar las decisiones progresistas.
Los partidarios del cambio hemos aceptado dar esta batalla por una Nueva Constitución, pese a las limitaciones que nos impone el tramposo “Acuerdo para la paz” del 15 de noviembre de 2019. Esa misma movilización es el motor principal para seguir participando en la vida política, económica, social y cultural más allá de la Convención; así se lograrán cambios y avances en la vida cotidiana y, sobre todo, se irá acumulando la fuerza y la unidad necesaria para desalojar el régimen actual.
